“No ahorres lo que te quede después de gastar, gasta lo que te quede después de ahorrar”. Warren Buffett
¿Eres
de las personas que cambias un billete de alta denominación y al final
del día no sabes en que lo gastaste? Te preguntas entonces: ¿A dónde fue
a parar mi dinero? Bueno, no eres el único o la única que le pasa. Le
sucede a diario a millones de personas. Simplemente, lo que observan es
que su dinero ya no está en sus bolsillos, se transfirió a otros, la
mayoría de veces de forma inconsciente.
Son los gastos de dinero llamados “Invisibles”.
Aquellos que ocurren periódicamente como producto de un hábito.
Comportamientos aprendidos y repetitivos, rutinarios. Nacen casi siempre
como producto del entorno. De los ejemplos y costumbres de quienes nos
rodean. En gran porcentaje, son simplemente “Innecesarios”.
Desprendernos de ellos es casi un acto heroico, una odisea, porque
simplemente se han arraigado y el sistema de consumo rampante nos ha
entrenado para gastar cada peso de nuestros ingresos.
Se ha vuelto un lema de patriotismo,
compre este producto, si es nacional mucho mejor. No es extraño que
gastemos dinero antes de haberlo ganado. Los más recientes estudios del
Banco de la Republica determinan que de cada $100 de ingreso, un
colombiano gasta $22 en pago de deudas (consumo e hipoteca), pero puede
ser más.
Identifiquemos algunos gastos que a
diario afectan nuestras finanzas. Quienes laboran o tienen un trabajo,
toman desayuno en casa, al llegar a la oficina no falta una invitación
para volver a desayunar. Si no, a la media mañana es común la empanada,
el café, la gaseosa. Luego aparecen otros como los cigarrillos, chicles,
dulces, agua embotellada, y demás golosinas. El café, el postre o la
bebida adicional después del almuerzo no pueden faltar.
Se adicionan gastos como la lustrada de
los zapatos, que es permanente y representativa, recargas o planes de
celular de los cuales muchas veces no se gasta todo el tiempo, compra de
rifas, juegos de azar, loterías, baloto, con la ilusión de “volvernos
ricos”. Y muchos más, que cada persona puede identificar si se toma en
serio la tarea. Veamos un ejemplo de “gastos invisibles”.
Una persona gasta todos los días una taza de café de marca $5.000 o
más. En la semana son $25.000. En el mes $100.000. En un año,
$1.200.000. En 10 años, $12.000.000 sin ajustar los precios con la
inflación. Son las cifras. Crudas, reales.
Debemos concientizarnos de nuestros gastos invisibles, “hacerlos visibles”. Descubrirlos, identificarlos. Hacerles seguimiento por una semana. Cabe la pregunta: ¿Qué pasa si no lo compro?
Probablemente, nada. Podríamos entonces analizar, ese dinero como lo
podemos utilizar de una forma más efectiva. Es un gran reto. Es
rebelarnos contra los hábitos que son como cadenas. Se vuelven tan
pesados que terminan aplastándonos. Es probable que haciendo cambios de
costumbres en cosas pequeñas, podamos cambiar nuestro destino.
Cuando tengamos un impulso a comprar
algo: un libro, un curso, una capacitación, una prenda, deberíamos
preguntarnos: ¿Realmente lo necesitamos?